En poco más de dos décadas, Denis Villeneuve ha pasado de realizar pequeñas obras experimentales en su Canadá natal a comandar deslumbrantes superproducciones protagonizadas por grandes estrellas. Cualquiera diría que su carrera, como la de tantos otros directores, pasó de la inquietud artística al magnetismo del cine comercial, pero nada más lejos de la realidad. Villeneuve es una anomalía dentro de la industria, un hombre con la asombrosa habilidad de mantener un discurso inalterable en contextos y géneros totalmente diferentes.
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